domingo, 28 de septiembre de 2014

El Sapo

José Ortiz Muñoz,  era conocido como El Sapo, y fue un asesino que se formó dentro del ejército mexicano.
Según la cuenta del “Sapo”, cuando tenía 45 años de edad, ya había asesinado más de 100 personas, gracias a que según él, fue el propio ejército quien le dio licencia para matar.
Las personas describían a Ortiz Muñoz como chaparro, moreno, de ojos saltones, y usaba patillas, además de que era mal encarado.
Este sujeto usó la mayoría de las veces un machete o un cuchillo, para cometer sus  crímenes.
Cuentan que desde los 10 años, ingreso a la cárcel por haber privado de la vida a una persona y que cuando salió a la edad de 15 años, ya era un consumado delincuente.
Al  no encontrar trabajo, ingreso al ejército mexicano, donde un día cometió el descuido de no saludar a un oficial, razón por la cual recibió una tremenda paliza por parte de varios elementos castrenses. Sin embargo, el Sapo, con todo el odio que tenía, días después buscó y encaró al oficial y tras discutir con él, con una daga lo mató.
Por este crimen, el “Sapo”, fue sentenciado a morir fusilado, pero causas que hasta la fecha se desconocen y de una manera misteriosa, le conceden el perdón y con ello, pudo salvar su vida.
Ahora bien, para el ejército, “el Sapo” era más valioso vivo que muerto, ya que en esas épocas, ésta era la clase de hombres que necesita el ejército, desde entonces el “sapo” gozaría de una licencia para matar.
Según su propio dicho, en 1938, el “Sapo”, se convirtió en cazador de cedillistas, matándolos a su gusto, pero según él eso no se compara al gusto que sintió cuando acribilló a anarquistas. Se dice que en una entrevista que dio “El Sapo”, éste relataba que nunca sintió tanto placer y vuelo matando como cuando ametralló a los anarquistas en León, Guanajuato, y hasta decía que ese día la sangre lo salpicó.
Fueron 27 personas incluyendo mujeres jóvenes que cayeron en ese enero de 1946, de los cuales varios ni siquiera eran  anarquistas. Su crimen fue protestar contra el gobierno municipal impuesto por los caciques políticos.
Medios de la época no creían que las fuerzas armadas le hayan dado la autorización para matar, como el mismo Sapo pregonaba, ya que decían que  el que es malo, ya no necesita nada más para ser un delincuente.
Después de tantos crímenes, José Ortiz Muñoz fue detenido y encarcelado en el Palacio Negro de Lecumberri, por la época que estuvieron otros criminales, como Goyo Cárdenas e Higinio Sobera de la Flor, del cual se decía le tenía miedo al Sapo.
Ni aún estando en prisión, el Sapo se detuvo de cometer crímenes y se dice que a puros golpes continuó matando gente, por lo que las autoridades determinaron enviarlo directamente a las Islas Marías.
Se sabe que estando en las Islas Marías, el “Sapo”, no fue muy querido, ya que según los internos, este desarrollaba labores de “Oreja”, es decir contaba todo lo que escuchaba de los presos a las autoridades del penal.
Pese a ello,  sólo era apreciado por el sacerdote Juan Manuel Martínez, conocido como el famoso “padre trampitas”, quien lo aconsejó que dejara de matar y que mejor formara una familia.
Ante esto, el “Sapo”, juró portarse bien y  ya no matar a nadie, por lo que  arrojó sus armas al mar. Para su mala fortuna y al saber que ya estaba desarmado, ese mismo día 2 reos lo retaron con tremendos machetes y no tenía con que defenderse.
Sus contrincantes, de un solo tajo le cortaron el cuello, con lo que murió de manera inmediata.
El Sapo fue velado en la Iglesia de la isla, por su mujer Magdalena y el padre trampitas, quien al otro día  también fue velado y enterrado cerca de la tumba del “Sapo”,
Hasta la fecha, estas dos tumbas aún se encuentran en el cementerio de las Islas Marías.
Nadie sabe nada de dónde nació el Sapo, ni los nombres de sus padres o si tenía más hermanos, lo que si conocemos es que es de los primeros delincuentes quie tenían su corrido que dice así:
A mí me apodan el Sapo por prieto, feo y matón
99 cabezas las he mandado al panteón
Aquí en las Islas Marías todo el mundo me respeta
Puede que sea por horror que les causa mi careta
Aquel que pelea conmigo siempre la vida le cuesta
El sacerdote de aquí se hizo mi más fiel amigo
Me dijo Sapo estás mal, ya salte de esa camino
Que Dios siempre perdona cuando nos arrepentimos
Me hizo jurar ante Cristo jamás volver a matar

y no pienso defraudarlo al crimen no volveré

Aquel  machete manchado al mar ya fui y lo tiré

Aquella mañana el Sapo venía contento

Le gritan dos criminales de aquel monte tan espeso

Con sus machetes filosos le volaron el pescuezo

Lo velaron en la iglesia el cura empezó estar malo

Otro día por la mañana también lo estaban velando

Antes de morir les dijo que me entierren con el Sapo

Se encuentran dos tumbas juntas la del cura y la del Sapo

Se fue a llevárselo a Dios como cualquier  abogado
A un lado de su cliente como cuando están en el juzgado

Esta es la historia de José Ortiz Muñoz, quien al igual que en otros muchos casos, y pese a que se le acusaba de haber matado a más de cien personas, sólo fue procesado por un solo homicidio y enviado a las Islas Marías por otro asesinato más, por lo que nadie a ciencia cierta sabe cuántas personas en realidad mató.



No hay comentarios:

Publicar un comentario